En la partitura de 'Rusalka', Antonin Dvorak plasma los aprendizajes de una vida dedicada a explorar la belleza del sonido a partir de la tradición clásica centroeuropea y de los sustratos folklóricos de su Bohemia natal y de los pocos indígenas que quedaban en el país que lo acogió unos años: Estados Unidos. Poco caso le hacemos a su música , excepcional en cualquier género, desde el cuarteto de cuerda hasta la sinfonía, el poema sinfónico y, por supuesto, la ópera. Estos días, podemos verlo en el Liceo de Barcelona .Ópera Rusalka Música: A. Dvořák Intérpretes: A. Grigorian, P. Beczala, O. Von der Damerau, K. Mattila. Orquesta y coro del Liceo. C. Loy, escena. J. Pons, director. Fecha: 25 de junio. Lugar: Gran Teatro del Liceo, Barcelona. 4En el aria más conocida de esta 'Rusalka', pone a trabajar cada voz y cada instrumento con un nivel de detalle que nos permite captar a la perfección ese amor por la buena música. Mientras la soprano embelesa al público, el arpa va haciendo unos arpegios con semicorcheas, pero quedan siempre truncados por una sutil pausa. Mientras tanto, los violines la imitan en pizzicato, pero con un cierto decalaje: ellos tienen la pausa al inicio del compás, y no al final, de manera que cuando calla el arpa, suenan los violines con un timbre muy similar y sin embargo distinto. Es uno de los recursos con los que Dvorak crea una sensación de ondulación, de estar en el fondo del mar sumergidos con la sirena enamorada que protagoniza el drama.Si esto puede decirse solamente de unos compases en una obra de tres horas, imagínense lo que será tener toda esa partitura en la cabeza para dirigirla en el Liceo. El maestro Josep Pons finaliza su larga etapa como director titular de la casa con esta 'Rusalka' que viene a confirmar lo que hace años que sabemos: que ha llevado a la orquesta a unos niveles que, cuando él llegó, no podíamos ni imaginar. Su amor por el detalle se pone de manifiesto en cada momento, combinado con su instinto teatral, que le permite crear un relato musical sólido, bello y emocionante. En resumen: hacer música, y de la buena.Claro que, para lograrlo, también es necesario tener complicidades tanto en el foso como sobre las tablas. Y ahí es donde está, precisamente, el punto más fuerte de la producción que puede verse estos días en el Liceo. Asmik Grigorian está sublime como Rusalka, siendo capaz de abordar con solvencia intachable tanto las arias más preciosistas como los pasajes más endiablados. Pero es Piotr Beczala quien se lleva el gato al agua con su príncipe. Con 58 años, su voz conserva su hermoso timbre, y su técnica le permite el lucimiento que quiera a cada nota. Esto, unido al gusto musical que venimos celebrando hace décadas, lo consolida, si es que hacía falta consolidarlo, como uno de los mejores tenores de la escena actual. Una actuación encomiable, sin fisuras, con brillo impresionante cuando es necesario y con la más hermosa sutilez cuando se requiere. El público de Barcelona sigue rendido a sus pies, y se diría que va para largo.El resto del reparto no desmereció ni lo más mínimo. Okka von der Damerau brilló como bruja, cosa que es muy de agradecer. Se merecía participar de una producción exitosa después de ser de las pocas cosas salvables de aquel 'Lohengrin' de infame recuerdo que soportamos hace unos meses. Alexandros Stavrakakis y Karita Mattila se lucieron también como Vodnik y princesa, respectivamente.Sobre la dirección escena de Christof Loy , poco que comentar. Es de las que serviría igual para una 'Rusalka' que para unas Bodas de Fígaro, una Traviata o un Holandés errante. Personajes vestidos con trajes bien hilvanados y cosidos, a partir de unos patrones bonitos, con sus pespuntes y sus remates, pero totalmente anodinos en general. Cierto es que no molesta, pero tampoco ayuda a seguir la trama . Queda raro que se hable tanto de mares y de bosques cuando en ningún momento salimos de un salón de un palacio cualquiera. Es como si todo se hubiese resumido una única norma: todo vale, menos hacer lo que el libreto dice que tenemos que hacer. A veces funciona, a veces no funciona, y a veces aburre. Y en este caso no sabemos si es la segunda opción, la tercera o ambas a la vez. Viniendo de aquella producción de hace años en el Liceo, en la que Rusalka era una prostituta que se enamoraba de un cliente, cualquier cosa nos parece más o menos digna, pero... ¿llegaremos a ver algún día alguna Rusalka que sea una sirena? Eso sí que sería una absoluta innovación, una idea del todo rompedora con el panorama que tenemos.